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inconformes

Soñé que era libre

Tenemos el honor de presentaros a otro Inconforme. Muchas gracías Emilio por tu artículo y esperamos mas colaboraciones tuyas en un futuro :

Soñé que era libre, mi sueño se centraba en una persona, una cercana que me hace ver la realidad de las cosas y la de mí mismo; tras una puerta abierta sus ojos penetrantes me miraban como si me juzgasen, pero lo hacían con cariño, severos y a la vez respetuosos mostrándome una visión.

En ella me veía a mi mismo caminando por la calle y simplemente era uno más, alguien que tiene su propia vida, que está orgulloso de ella y que no necesita buscar en los demás sus rasgos, y que por supuesto no trata de imponer los suyos.

Pero, como he dicho antes, lo más importante era que me ayudaba a conocerme a mí mismo, y que me mostraba la realidad desde otro punto de vista.

Solemos tener una visión del mundo relacionada con nuestro ambiente. Siempre me he considerado único y libre de acción, he crecido en un caldo de cultivo idóneo donde nadie me juzgaba por lo que hacía, donde nadie me miraba mal cuando no hacia lo que era “lo normal”, y en el que era simplemente uno más; pues bien, mi error ha sido el imaginar que todo el mundo había tenido esa oportunidad, he sabido reconocer que la sociedad no siempre es justa, pero he sido incapaz de abrir los ojos y descubrir que es injusta, que en el momento de la verdad, la falsedad y la crítica destructiva están latentes, que hay un ambiente intolerante que se puede respirar en cualquier lugar y que desgraciadamente mi caso fue uno aislado, pero también me mostró, que se puede luchar porque todo el mundo tenga la oportunidad que yo tuve, que no es una causa perdida y que por supuesto no es una batalla, que no hay bandos, que todos estamos en el mismo, y que la mejor forma de ayudarnos es comenzar por ayudar a los demás.

Pero me pregunto: ¿Cómo hacer esto sin conocernos a nosotros mismos?, siempre he pensado que me conocía perfectamente, y partiendo de esto, me sentía seguro para comenzar con mi tarea, pero durante este sueño, comencé a reconocer en mi persona aspectos de mí mismo que desconocía y llegue a la conclusión de que es imposible llegar a conocernos del todo, que vamos evolucionando y que nuestra evolución depende de los demás, y que nosotros influimos en la de la gente. Y así, de pronto relacioné todo; esa es la forma, hacer cambiar a la sociedad influyendo en la evolución de la gente, es un proceso lento y no tan altruista como lo había imaginado, pero sin duda es mejor que nada, y por supuesto mejor que cerrar los ojos a la realidad y vivir en una burbuja de mentiras, que aunque puede resultar más fácil, nos impide ser libres.

Y es que por primera vez en mi vida, vivo la libertad de una manera distinta, y creo que podría esbozar mi propio concepto de libertad después de este sueño, porque para mí ser libre es tener la seguridad de que se vive en un mundo real, y de que tenemos el poder de cambiarlo, y lo hacemos.

Una vez alguien aconsejó: “No trates de buscar, la vida te dará la experiencia y te enseñará”; y yo respondo, puede que eso sea cierto, pero ¿Y lo que le puedo enseñar yo a la vida?

Emilio

Naufrago

Le veo aparecer allí arriba, bajando por la escalera mecánica. Enfundado en un riguroso negro que se amolda a su estampa como un guante y que le hace destacar más aún si cabe entre unas quinceañeras coloristas de esas que gustan de enseñar tanga. Que fácil es clasificar de dónde vienes (pienso) con tu polo de marca, cartera en mano y una de esas estúpidas bufandas a cuadros anudada al cuello como dicta el estereotipo que elegiste. Nuestras miradas se cruzan un instante y tan fugazmente como te das cuenta vuelves tu cabeza a otro lado. Es evidente que nunca fui objeto de tu aprecio o a lo mejor tiendes a esquivar a todo aquel que se te cruce. Prefiero atribuirlo a que no nos conocemos lo suficiente. Sin embargo y aunque no lo sepas, eso no impide que sienta cierta lastima por ti o por lo que creo que representas. Seguramente todo esto me convierte en un estúpido prepotente que se cree con derecho a opinar de lo ajeno. Pero tampoco es algo que pueda evitar facilmente.

Deliberadamente te alejas de la masa que espera al siguiente vagón. 5 minutos. Una eternidad cuando no tienes nadie con quien hablar ni nada en que entretenerte. Tu reclusión (voluntaria?) es tan acusada que te falta pasillo para alejarte. Das la espalda al gentío y te atricheras contra la pared. ¿Un mal día? ¿U otro día más?

Sin moverme de mi sitio, te observo y divago. Me pregunto con cuantos cómo tu (como creo que lo eres al menos, repito) me encuentro al día en la universidad. Hay al menos uno por clase supongo, me gustaría que menos. Los puedes ver comiendo solos en una esquina del comedor, sentados en la primera fila en clase o recostados contra una puerta en los descansos. Cuesta fijarse en ellos pues tan leve es su presencia que podría decirse etérea.
Siempre hablan muy bajito para no llamar la atención y nadie nota su ausencia cuando caen enfermos o faltan un día.

Tu no eres tan inocente como imagino, me digo. Ni siquiera creo que seas una víctima. De nuestros pocos encontronazos recuerdo retazos de prepotencia e inaccesibilidad por tu parte (qué común en los de tu carrera...)
¿Desconfianza congénita o extremados mecanismos de autodefensa? No es la mejor manera de hacer amigos en ningún caso, mas nadie debería verse privado de estos.

Recuerdo cuantas veces me he sentido naufragar en un mar de gente. Y todas esas veces me preguntaba si alguien me estaría observando, si había alguien más en mi situación o la soledad acrecentaba en esos momentos su doloroso significado. Un silencioso grito de socorro al que nadie acude.

Pienso en cómo se nos llena la boca hablando de solidaridad y ayuda, y luego no somos capaces de decir "hola" a quien realmente lo necesita. Qué hipócritas me parecen aquellos que anestesian su conciencia a golpe de talonario, alimentando el cerdito hucha de alguna ONG desconocida con la calderilla que les sobra del fin de semana. Sin embargo sus "buenas intenciones" se evaporan cuando al día siguiente se ven incapaces de dedicar una sonrisa al abatido, al compañero.
Quiza no sea tan fácil como parece; cuesta mucho situar en primer plano a alguien desenfocado. Justo en ese momento irrumpe el metro en la estación, y a través de los cascos estalla en mi cabeza el clímax de 3 libras*. You don't, you don't, you don't...see me...

* 3 libras es una canción de A perfect circle, de su disco Mer de Noms.

P.d : Muchas gracías Esti por ayudarme a enfocar este texto!

Crónicas de mi cuaderno de cuadros

El siguiente artículo pertenece al amigo Toni. Muchas gracías por colaborar con nosotros :

Hoy me está dando por fijarme en la forma de saludar de las personas con las que me encuentre, o que se hallen en el mismo sitio que yo. El "qué pasa" resuena en mis tímpanos, siendo casi la única frase audible. Las manos se entrechocan con aire de superioridad, de decir "aquí estoy yo", y puedo observar que todos estos individuos comparten un peinado de punta, corto al estilo cenicero, y una forma de andar que me recuerda al viejo John Wayne cuando bajaba de su caballo. Aquellos que son diferentes, o que llevan una vestimenta asociada con una temática musical poco comercial pasan desapercibidos, con la cabeza gacha y emitiendo un casi unaudible "hola", mientras sus propios compañeros les miran como si fuesen bichos raros. Me duele ver tamañas muestras de desprecio en gente tan joven, por lo que, en ocasiones, miro de forma similar a los que suponen una mayoría intransigente, convirtiéndome casi en uno de ellos que sólo le da la vuelta a la tortilla. Menos mal que de vez en cuando recuerdo que somos personas y trato de oír lo que éstas me dicen. A veces pienso que ser rebelde es llevar la contraria a la mayoría. Quizás alguien pueda decirme que ser rebelde es vivir tu propia vida, y tomar tus decisiones sin ser coaccionado por nadie. Sin duda le escucharé atentamente, pero seguiré pensando que esa definición no es de una persona rebelde, sino libre (siempre que sea consecuente con sus actos y respete las libertades del resto, si no es un déspota). Estoy cansado de estereotipos y etiquetas. No quiero ser bakala, ni heavy, ni rapero, ni español, ni alemán, ni cristiano, ni musulman... soy una persona cosmopolita, un ciudadano del mundo, hijo de mis padres y amigo de mis amigos. Eso es lo que me importa.

Toni

In god we trust

Miradle un momento. En cualquier telediario, cualquier revista o periódico de cualquier país del mundo. No importa si le vemos de cerca, hasta casi adivinar el reflejo de las barras y estrellas en sus ojos, o desde la lejanía del tapiz caricaturesco que hemos creado entre todos, poco a poco, a lo largo de estos últimos cuatro años. Aprovechad, ahora que no nos ve, para observarle. Pasad de puntillas, vaciando los bolsillos de opiniones ajenas antes de entrar en su mundo, cuya visión del mismo es compartida, al parecer, por más personas de las que habíamos previsto. Ahí está, desplegando tropas con brío como quien juega sobre un tablero con soldaditos de plástico verde, repartiendo a partes iguales bendiciones y sentencias de muerte, llenándose la boca en cada discurso del mismo Dios extraño al que confía sus billetes de dólar, talando árboles en una prudente estrategia para la prevención de incendios o facilitando la salida de Estados Unidos a la familia Bin Laden tras los atentados del 11-S. En esa otra divertida estampa, sostiene un libro al revés, busca armas de destrucción masiva bajo la mesa de su despacho, o pregunta sorprendido al presidente de Brasil, en visita diplomática, si allí, como en la madre patria, también tienen negros.

Mucha risa nos daba a los que poblamos esta otra orilla del charco, cuando le oíamos calificar puerilmente a sus enemigos de “malvados” o cuando los alineaba con mucha soltura en su particular “eje del mal”. Nos arrellanábamos satisfechos en las butacas del cine, tras el visionado de Farenheit 9/11, confiando en el raciocinio más elemental del ser humano: era impensable que alguien con medio dedo de frente votara a ese individuo irrisorio que se atraganta con galletitas y al que la divina providencia vuelve sordo cada vez que se habla de Guantánamo. Si acaso un paleto tejano de esos que , en vez de libro, tiene una semiautomática de cabecera y bebe a morro del cartón de leche. Como mucho dos. O tres. Pero, ¡sorpresa! Los americanos, legítimamente, le han pegado a Bush el culo al sillón presidencial otra legislatura más, y, nos guste o no, tenemos arbusto para rato. Craso error fue identificar Estados Unidos con la alfombra roja hollywoodiense por la que circulaban tantas y tantas estrellas de mansiones millonarias y papeleta demócrata. Nos equivocamos en tan inconsciente metonimia, creyendo que todo estadounidense es neoyorquino y que el cuadro de esa América profunda e ignorante que nos pintaron los hermanos Coen en Fargo no traspasa los límites del celuloide.

Mi pregunta surge al estudiar el mapa de votaciones por estados. ¿Cómo es posible que Washington o Nueva York, testigos presenciales del horror de la barbarie terrorista, optaran en su mayor parte por apoyar a Kerry, y no fueran receptores de la rudimentaria e instintiva seguridad ofertada por la facción republicana? Receptores han sido, sin embargo, aquellos que menor riesgo tienen estratégicamente de ser objeto de un hipotético atentado (las zonas del centro y sur). Aquel que desconfía de las diferencias, que sólo lee el USA Today y no hace sino engullir la bazofia que escupe la caja tonta veiticuatro horas al día es mucho más vulnerable a la manipulación informativa desplegada por los medios en cada campaña electoral. Y bien puede desligarse este fenómeno del ámbito político, para aplicarse a otros aspectos de nuestra vida cotidiana. Las modas, el constante bombardeo publicitario al que estamos sometidos, la pseudocultura del consumismo chabacano; todo está conspirativamente orientado al embotamiento más inmediato del intelecto, nuestra única defensa real para movernos por este mundo con cierta sensación de libertad y autocontrol. Siguiendo a Umberto Eco, creo que lo único que está en nuestras manos es la formación de un espíritu crítico sólido con el que enfrentarnos a estos tiempos de borrasca que se avecinan.
Aunque esto ya es carne de otro artículo.

La banda sonora de las personas

“Sinestesia: una asociación anormal de las sensaciones en la que una sensación se asocia a una imagen que pertenece a un órgano sensorial diferente. Un ejemplo sería la audición coloreada, es decir, “ver” colores cuando se escucha música.” Son las 3 de la madrugada, me sorprendo una vez más de lo complejo y relativo del ser humano. Había escuchado hace bastante (en 3º de carrera) hablar de esta anomalía en la integración perceptiva pero nunca me había planteado lo poético de semejante fenómeno: hay gente que, al escuchar una sinfonía o un adagio, su cerebro enfermo crea un cuadro de colores; al igual hay gente que al ver a una persona o un árbol escucha su “música”. ¿Cual será mi sinfonía?- me pregunto, apasionante ¿no creéis?.

Todo esto me recuerda a una vieja teoría mía, o modo de ver las cosas, que yo llamo “psicología de los edificios”. Cuando la gente ve un edifico se fija en su arquitectura, en su belleza, en su estilo, en sus materiales o en su grandiosidad, yo me fijo además y sobre todo en su psicología, me explico: un edificio para mí es un libro abierto que nos muestra la psicología de una época, de una generación, de una clase y sobre todo muchas veces, de una persona. Un ejemplo sería El Escorial, un edifico titánico, austero, geométrico y objetivamente “feo”. Pero para mí es el reflejo cristalino de una mente trastornada, de Felipe II, de un ser atormentado por su megalomanía y por su falsa fe, un lugar donde morir, donde meditar, una poesía arquitectónica de su mente, míralo y conócele. Hay que ir más allá de las apariencias, es la sinestesia de los edificios, ver una personalidad, un hombre donde hay un edificio. Cuando paseo por Madrid no veo estilos, veo gente, veo dolor, veo inquietudes, escucho la música de los edificios y las calles. Cada calle y cada edifico también tiene su banda sonora.

Este blog ataca en muchas ocasiones a “ellos”, a aquellos que donan su personalidad a la sociedad en pro de la supuesta felicidad. En relación al artículo de Alfonso se me ocurre que quizá en una discoteca la gente pierde su propia “sinfonía” y es sustituida por el “PUM PUM”, estoy casi seguro que un sinestésico escucharía silencio si entrara en una, aunque hubiese miles de personas. ¿Que cosa más terrible puede pasarle a una persona que perder su música?, sinceramente me planteo, y creo que debería ser un ejercicio que deberíamos hacer todos los que les criticamos tanto, que quizá ellos son las víctimas y no los verdugos, que las apariencias engañan, que no deberíamos prejuzgar tanto porque es precisamente de eso de lo que nos quejamos, de ser prejuzgados y condenados de antemano por ser diferentes. “Otro mundo es posible”, sin ellos no lo es.

“Otra música es posible”, lo siento, creo que hoy estoy demasiado diplomático, pero en este lapsus de diplomacia me planteo que quizá estemos cometiendo el mismo error que cometen ellos. Quizá la solución no comience teniendo banda sonora sino siendo capaz de escuchar la de los demás, aunque suene baja.

respuesta a Marta

En primer lugar y antes de nada quiero agradecer a Esti su artículo y su colaboración. No sólo es un lujo sino también una enorme satisfacción ver que, aquella niña de 10 años que recuerdo tan nítidamente riéndose con complicidad de unos locos saltarines, ha llegado a cultivarse, estoy seguro que con dolor, lucha y esfuerzo en una persona inteligente, sensible y sobre todo libre. Espero que se repita a menudo y me, te, nos regales de vez en cuando un artículo, será un placer.

En segundo lugar quería responder a Marta y por supuesto agradecerla también su interés y sobre todo sus críticas, por qué precisamente las críticas (sin son tan constructivas como la tuya) son el alma de este blog.

Si no he entendido mal la base de tu crítica (tanto la anterior como esta) es que se ofrecen palabras, se critica, pero no se dan soluciones, no se lucha, no se llega a ninguna parte así. Partiendo de que no estoy de acuerdo (y esto es una opinión personal) en que las palabras no sirvan para luchar te diré que la palabras para nosotros no son más que una vía para abrir los ojos, para hacer reflexionar o incluso para intentar exponer los cimientos de una forma de pensar. Esta página tiene ese único fin, los hechos son otra cosa.
Aún recuerdo el día en que pensamos en construirla y nos propusimos la finalidad y simplemente en un texto de una página subrayamos dos palabras separadas por varias frases: crear…vacío.
No voy a ser hipócrita, es cierto que la edad influye en lo idealista que se es. Cuando éramos jóvenes jugábamos a ser Dios, a cambiar el mundo, pero el tiempo te da con el portón de la realidad en la cara. ¿Quieres soluciones alternativas?, cambia TU mundo, di lo que piensas, ayuda a tu herman@, a tu vecin@, a tu amig@ y sobre todo a tu enemig@ a que se atrevan a ser, no se trata de que no les guste “salir un sábado por la noche a encerrarse en una caja consumista de ruido repetitivo” o “vestir abrigos de piel de animales muertos” sino de que lo hagan (o no) por qué realmente lo hayan decidido así, no por una imposición social, que en el caso de nuestro tiempo suele ser también económica. Se trata incluso de respetar a quien no te respeta, por qué es la mejor forma de que te sea devuelto, se trata de ser consecuentes con unos mismos. Nos movemos mucho más de lo que quizá piensas, pero este blog no es un “ATTAC” ni pretende preparar un boicot a la próxima reunión del FMI o de las naciones unidas para hacer un “desacuerdo de Kioto” pero la palabra es un arma más y quizá la más útil para reconciliar a la persona que lo lee con su propia conciencia.

Te agradezco de nuevo tu crítica, te suplico que continúes dándonos caña y te invito a participar con algún artículo al igual que a Toni, estoy seguro de que podéis aportar puntos de vista que a nosotros nunca se nos hubiesen ocurrido.
Si escribo esto aquí en vez de en comentarios es porque era muy largo y no me dejaba colgarlo. Espero tener mi artículo para mañana o pasado a mucho tardar.

Lobos con piel de cordero

La fotografía no dejaba ver sus caras, cuidadosamente ocultas tras la piel extendida de leopardo que ambos individuos sujetaban, pero apuesto a que sendas sonrisas imprimían en sus rostros el toque de vanidad necesaria para satisfacer su egolatría. Con una cuchilla afilada, uno de los cazadores africanos se afanaba en desollar al animal, separando la carne sin vida de la preciada envoltura moteada. Una envoltura que, minutos antes, arropaba los latidos de un corazón salvaje de depredador perfecto, diseño perfecto de la naturaleza más auténtica, de esa cuya mera contemplación hace que nos reconciliemos al instante con el sentido de la existencia. Sí, justo esa que con tan obcecados esfuerzos nos empeñamos en destruir, poco a poco, pero siempre más rápido de lo que desearíamos creer.

Sin embargo, parece ser que esta macabra imagen (no ya la lucha por la supervivencia, sino la imposición de la fuerza más bruta) no debería ser objeto de alarma ni indignación alguna. Todo está perfectamente controlado, o al menos así piensan los miembros de la Convención de Especies Amenazadas, quienes, con el guiño cómplice del Parlamento Europeo, han condenado a 400 leopardos de los territorios de Namibia y Suráfrica a morir miserablemente a manos de tiradores desalmados. La amplitud de los beneficios económicos obtenidos con el tráfico internacional de pieles ha hecho sucumbir toda tentativa de salvación para estas criaturas, que pronto se verán convertidas en elegantes bolsos, ideales zapatos rematados en punta o lustrosos abrigos que en vano intentarán disimular la podredumbre y el hedor moral de sus dueños, afectados de un clasismo de lo más obsoleto. Bien es cierto que cuando se alcanzan niveles de deshumanización tan elevados como los que acusa la sociedad actual, la preocupación por la apariencia exterior aumenta de manera considerable, como si tratáramos de llenar el vacío interior trabajándonos un buen escaparate que aleje toda sospecha de infelicidad. Una señora embutida en un caro visón pretende alcanzar la dignidad de la que carece como persona. No obstante, a mi entender, y aprovechando las escasas ventajas que nos brinda esta era nuestra de laboratorios y transgénicos (hasta las emociones se nos sirven debidamente enlatadas), podríamos hacer gala de todo ello vistiendo prendas sintéticas que cumplen todos lo requisitos exigibles, y sientan igual de bien.

Pero claro, qué nos han de importar a nosotros unos cuantos bichos de esos, habitantes de países lejanos que ni siquiera sabemos situar en el mapa y que además se dedican a devorar a sangre fría a esas gacelitas tan monas de los documentales. Con el chaquetón de leopardo bien ceñido alrededor del michelín, el mundo parece un lugar mejor: la extinción de especies no es más que un mito; la tala masiva de las selvas tropicales, un bulo; la polución, el efecto invernadero, el cambio climático, el deshielo del casquete polar, solamente exageraciones; las decenas de ballenas muertas que periódicamente aparecen en las costas, nada que ver con los sónares de los barcos; los vertidos de residuos al río Ebro o los efectos del petróleo que arrojó el Prestige al mar son cosas que se acaban cuando dejan de salir en las noticias; las miles de hectáreas de bosques calcinadas este verano por domingueros de poco seso y cerilla imprudente vuelven a estar verdes en dos meses; y no me vengan con que ese suricato jaspeado que tiene el vecino del sexto derecha tiene algo que ver con el comercio ilegal de animales exóticos.

Ahora hablar del protocolo de Kioto suena a chiste.

Un sabado cualquiera

Languidezcía en la barra de un pub cualquiera, un sabado cualquiera.
Entre el sopor y la humareda, pensaba en como hacer que el tiempo pasara más rápido...

Como todo el mundo ya sabe, los antros de mala muerte son el refugio de los sabados noche.
Porque el sabado noche tiene dos reglas no escritas pero bien claras :
1 - Tienes que salir.
2 - Tienes que asistir a cualquiera de estos sitios.
Cualquier acto de desobediencía hacía esta religión te condenará al ostracismo y la soledad más deprimentes.
Y claro : ¿quién no quiere estar integrado en el tejido social existente?
Por antro de mala muerte entiendase cualquiera de los pijísimos y estilosos garitos que proliferan como setas en cualquier lugar que vivas. Miles de ellos y todos cortados por el mismo patrón (¿globalización donde?). Mucho niño guapo, mucha putilla, radiofórmula a mansalva y garrafón. En la bebida y en el ambiente. Nadie da menos por menos.

Da que pensar lo que nos lleva a refugiarnos sistemáticamente en una carcel acústica que nos priva del contacto con los demás. Intenta mantener una conversación con alguién mientras te revientan los tímpanos, y verás de lo que hablo.
Aunque claro ¿quien necesita hablar en estos lugares?, ¿para que necesitas conocer a nadie si sólo buscas un placer físico momentaneo?. Perdonenme, va a resultar ahora que soy un romántico y todo.

Un leve vistazo a mi alrededor me descubre que no estoy sólo. Hay más gente resguardada en la barra como bote salvavidas. Sus miradas perdidas en los vasos de tubo que sostienen y algún bostezo ocasional hacen que se me escape media sonrisilla. Existen más inconformes. Esta claro que son (sómos) minoría. Pero existimos.

Continuo divagando acerca de improbables revueltas sociales cuando... PUM PUM un atronador sónido indica que hemos llegado a la medianoche. Es decir, acaba la hora del pachangeo y comienza el bakalao más ramplón.
Que en sitios diferentes se produzcan tránsitos similares, a horas similares hace que me plantee posibles estudios psicológicos acerca de a que horas el diferente tipo de música atrae a más gente. Somos ratas confinadas en un laboratorio sonoro. Incluso alzo la vista buscando alguna cámara y todo.
Pienso en la música cómo una especie de codigo morse subliminal que se camufla entre las notas y se desliza al inconsciente. Fantaseo con el mensaje oculto entre los golpes. PUM PUM (consume) PUM PUM (compra) PUM PUM (bebe). Orwell habría escrito 3 libros con esto.

Todo esto me recordó un curioso experimento sociológico de los años 70 (creo). No recuerdo el autor ni donde lo leí ni nada. Parecía que mi nivel etílico era suficiente para dificultar mi concentración, pero aun leve para soportar el ambiente.
El experimento era bien sencillo. Consistía en meter a 15 personas en la misma habitación, de las cuales 10 serían ganchos.
De la habitación emanaban unos gases que hacían que estuviera impregnada de un hedor repugnante y muy intenso. Después de permanecer un rato en ella, los investigadores preguntarían a las 15 personas reunidas en grupo que era lo que habían olido. Los 10 ganchos, a los que se les preguntaría los primeros, tenían que decir que en la habitación olia a rosas. Después de escucharles, las 5 personas restantes tuvieron su respuesta muy clara : olía a rosas.

Termino mi cerveza, doy un golpe con el botellin en la barra y salgo por la puerta.
Por mucho que me digan, a mi no me engañan. Aquí, huele a mierda.

libertad y demás soledades...

libertad y demás soledades...

"¡Libre, oh, libre. Mis ojos seguirán aunque paren mis pies!”, con ese prólogo aquel ciudadano raro relataba la angustia que le producía vivir en un mundo que no le aceptaba y la liberación que le suponía caer al vacío en la muralla de Hondarribia, donde por una vez en su solitaria, introvertida y corta vida, a cada centímetro de aire acortando la distancia hasta la muerte se sentía un poco más comprendido. Quizá sabía que tras su muerte, sus compañeros aunque no le sintiesen como uno más, al menos no le odiarían; que sus profesores se acostarían esa noche pensando que quizá deberían haber luchado por cambiar la situación que precipitante, ven cada día en las aulas, como un reflejo cristalino del camino que lleva nuestra sociedad y que quizá, esa sería la única manera para tener el valor de decirle a sus padres que su hijo, él mismo, era un fracasado social, que nadie le quería, que le escupían, que le pegaban, que le odiaban, que noticia más dolorosa para un padre que saber que su hijo es “rarito”, queramos definir esa palabra como nos de la gana.

Jokin era un niño solitario, tímido, demasiado inteligente, nunca entendió el borreguismo de las “cuadrillas” o “grupos”, nunca fue popular, porque no está de moda leer sino ver programas que exponen vidas ajenas, porque a veces no tenemos el valor de afrontar que las nuestras propias, son diferentes a como las mostramos, ávidos de bailes de máscaras venecianas. Jokin vivía cuando se ocultaba el sol y se cerraban sus ojos de niño y podía soñar que vivía en un mundo donde él tuviese lugar y donde no se odiase y asesinase (remarco esta palabra) a los que son diferentes o simplemente… libres.

Al principio Jokin sólo era un niño solitario, ese era el único castigo impuesto, supongo que muchos recreos los pasaría escondido en los baños o quizá tras una verja que le permitiese mantenerse lejos de la ridiculización y a la vez observar a sus compañeros reírse y jugar. Pronto los lobos encontraron una buena excusa para jugar a lo que juegan los mayores, para sacarle de su soledad y encajarle en el terrible engranaje de nuestra sociedad. Jokin padeció una gastritis que le hacia imposible la contención, una coral que le señalaba y le miraba con mofa y maldad en medio de clase cantaba repetitivamente una pequeña canción de pájaros muertos, mientras, quizá en ese momento Jokin ya había empezado a caer en esa muralla, aunque aún no se hubiese lanzado. Buscaron numerosas excusas más, cantaron, le golpearon, se rieron, le humillaron o simplemente, miraron sin hacer nada al respecto. Todos son culpables, al menos en su propia conciencia.

Los medios de comunicación y los psicólogos lo llaman “bullying”, en castellano la traducción sería algo así como “matonismo”, que forma más fácil y cobarde de acortar un problema…

El pueblo se llamaba Fuenterrabia, hoy su nombre suena más intensamente que nunca en su historia. Por sus calles vagaba un padre gritando: “No es la escuela o institutos, somos nosotros mismos, ¡nos reflejan!, ¿no os dais cuenta?” – decía a los periodistas voraces de rabia, precisamente, pero sordos. La muralla de Hondarribia se ha llenado de velas, flores y mensajes y mi cabeza, al igual que las de mucha gente, de recuerdos terribles. “Estar solos es el primer riesgo de ser libres… Y el riesgo de no ser libres es también estar solos…” – dice Gala en su cementerio de los pájaros, yo digo que no se cual de los dos tipos de soledad es más horrible, pero que sí se cual elijo yo…"

¡Vamos de compras!

Todos aquellos que vivimos en la periferia de Madrid estamos siendo testigos de un fenómeno impensable hace unos años y consecuencia lógica del "progreso" y crecimiento que ha experimentado la zona : los macrocentros comerciales.
Escribo este artículo en relación al flamante nuevo centro "Plaza de la estación" (creo que se llama así) que cual ficha de Tetris se ha asentado como bien ha podido en lo que antes era un triste descampado. Muy bonito pero encajonado a más no poder. Claustrofóbicos abstenerse.

A nadie le cabe la menor duda del negativo impacto mediambiental del invento, en pocos días ha llenado una zona más o menos tranquila de ruidos, coches etc...además de que su mera existencía esta destinada a acabar con el pequeño comercio de la zona.
Y es que claro, ¿Donde van a comprar ahora los niños las chuches? ¿En el viejo quiosko de la esquina (que presumiblemente se llame Pepi) o en chuchelandia, donde pueden encontrar 200.000 nuevas formas de destrozarse los dientes?
Imagina el futuro : calles sin ninguna tienda llenas de rancios soportales. Si no eran feas y tristes ya...

Sin embargo lo que mas me molesta no es eso. A fin de cuentas y mirándolo por el lado bueno (y tan bueno!) estos centros traen bajo el brazo muchos puestos de trabajo. De trabajo basura, temporal y deleznable en el peor de los casos pero trabajo al fin y al cabo. Pero no es eso. Es el hecho implicito de "crearnos" una necesidad de comprar compulsiva.
Donde vivo (y en cualquier ciudad de provincias que se precie) hay tal cantidad de estos centros, tal invasión de tiendas de todo tipo que tengo mis necesidades mínimas y básicas sobrecubiertas. Y las no básicas, los caprichos, no solo sobrecubiertos sino acrecentados día a día.

¿De verdad son necesaríos tantos macrocentros de este tipo?
No soy tan contrario a ellos como pudiera parecer, de hecho a la hora de perder la tarde viendo tiendas soy uno más y gusta que un recinto ofrezca todo tipo de servicios, pero ¿no son demasiados? Me pregunto cuantos van a sobrevivir de aquí a unos años.
No tengo una queja expresa de que la existencía de estos mostrencos me prive de otras cosas (teatros, auditorios...que no obstante podían ser mas numerosos), pero esta visto que el metro cuadrado de suelo esta en peligro de extinción, y su depredador natural es la especulación inmobiliaría.

Además lo verdaderamente peligroso del asunto a mi parecer es la cultura con la que sustentan su existencía.
Es decir : meterse en un cubículo gigante y desperdiciar la tarde adquiriendo cosas que no necesitamos.
Y claro no se te ocurra ir a dar una apacible vueltecilla nada mas...tienes que comprar algo!!! No seas rata, no seas un bicho raro!
Lo dicho, que como todo método de resistencía y cualquier intento de actividad alternativa no solo es inutil sino que esta mal visto voy a darme una vueltecilla por allí. Eso si voy a darme prisa porque mañana mismo abren otro...y ya no va a estar de moda ir a este. Que para comprar cosas inutiles hay tiempo pero esto de las modas es muy fugaz. Y hay que estar a la última ya se sabe.

historia de un ciudadano raro

Existe un rumor en el viento, se dice que alguien camina sin rumbo llorando cada noche, sólo.
Se dice que desde hace años comparte cama con la soledad, que hace el amor con el silencio. Muchos son los que dicen haberlo visto pero nadie puede demostrarlo.

Siempre anda con una máscara que a la mayoría asusta, a otros tantos atrae y a pocos causa indiferencia. Yo le vi la otra noche, su máscara era blanca, reluciente, bella pero sus ojos...sus ojos lloran agujas, están llenos de tristeza, vacuos de plenitud, desesperados de poder mirar sin miedo. Nevaba, su pasión dejaba un rastro de nieve derretida a su paso, dejando al descubierto un camino que sólo podía llevar a un lugar, el dolor.
Dicen también que fue la luna su única compañera durante su infancia, que un rumor de olas llenaba sus juegos, plenos de imaginación y creatividad desbordante; en ellos viajaba a mundos paralelos donde era feliz, donde la gente le miraba a los ojos y sonreía sinceramente, donde el amor no era sólo un verbo y donde la libertad no hacia mejores a los hombres, sino simplemente hombres.

Aún ahora viaja a otros mundos con su imaginación en sus paseos nocturnos, cubierto de su máscara forjada de soledad, se refugia en los pequeños detalles como si quisiera absorber cada gota de aire que hay en ellos, porqué la esperanza murió hace tiempo en las grandes palabras, porque jugando con la luna de pequeño descubrió que el mundo no es un lugar para vivir, sino para morir y porqué, una vez más, descubrió que en este mundo a veces es mejor jugar sólo que no jugar…

La niñera catódica

A principios de semana leía unas declaraciones del defensor del menor en las que pretendía establecer medidas en contra de la telebasura que nos invade cada tarde y que tanto está perjudicando a la "generación de la llave", es decir, esos niños que pasan toda la tarde solos y encerrados en casa esperando a que sus padres vuelvan del trabajo. Como leer no se estila y no puedes hablar de ello al día siguiente con tus colegas en el recreo, pues optan por lo más facil y lógico a su edad : apretar el botón, tirarse al sofá y dejar que las 625 líneas emboten su mente. No existe nada más cómodo para pasar la tarde. Horrible.

"A buenas horas, mangas verdes" pensé al leer el artículo, mas no obstante esbocé una sonrisilla por una medida que llevaba demasiado tiempo haciéndose de rogar y cuya necesidad es incuestionable.

Sin embargo la noticia que me sorprendió la pude leer un par de días después. Resulta que tras una encuesta relativa al tema, el 45% de los padres no veían peligro alguno en la programación que durante más de 4 horas diarias fagocitan sus vástagos.
O sea que : el diario de Patricia, a tu lado, a la carta, gran hermano, telenovelas varias y demás mierda no entrañan riesgo alguno a los ojos de un impresionable y maleable mozalbete de 10 años.
No voy a entrar en un discurso moralista en contra de los dudosos valores que dichos programas exhalan. La libertad de expresión ante todo, cada cual es libre de destrozarse las neuronas a gusto (para lo que nuestra sociedad cuenta con múltiples artificios) pero para un menor cuyo raciocinio y juicio crítico están por formar, la continua exposición a tales contenidos no le hace ningún bien. Luego en las noticias se constata con alarmismo cómo ha crecido el consumo de drogas y se preguntan qué es lo que hace que los jóvenes empiecen a beber a los 13 años!!! No estaría mal analizar los caldos de cultivo de dicha cultura...
Y si alguien cree que todo esto es moco de pavo que salga un sabado tarde a darse una vuelta. No es difícil adivinar de qué se alimentan las hordas de embrutecidos quinceañeros convertidos ya en analfabetos funcionales.

Aun así más que el contenido (tristemente demandado por amplios sectores, que esto no se olvide!) el problema como yo lo veo son los horarios. No son horas y punto. En ese aspecto, tan deplorable como el que más me parece Crónicas Marcianas, pero sus horas de emisión son las correctas para que personas suficientemente responsables (es un decir vaya) juzguen si verlo o no.

En fin, que aplaudo la medida y la secundo. Que espero la inminente creación de un comite audiovisual que vele por los contenidos televisivos. Pero me mantengo muy escéptico con los resultados finales, pues hay muchos intereses en juego y las televisiones no van a dejar de perder unos cuantos millones por el beneficio cultural de una generación nueva. Que el saber no ocupa lugar vaya, pero tampoco da dinero. Ni está de moda oye.

manifiesto inconforme

Hazte un favor y echa un vistazo a lo que te rodea. Sal del letargo de la ignorancia sumisa y despierta. ¿Qué sientes? ¿Qué observas? Te asomas a la realidad de puntillas y notas que algo no encaja, o que tú no acabas de encajar en ese algo hacia lo que todo parece arrastrarte sospechosamente. No puedes encajar, o, mejor que eso: no quieres. Cuando enciendes la tele, escuchas la radio o sales de marcha. Cuando las etiquetas que te venden no se adhieren a tu piel, sabia de siglos, y resbalan como una pegatina sobre una superficie mojada; mojada de lágrimas rebeldes.
Díscolo explorador de lo incomprendido... No intentes negarlo, no, pues ambos sabemos que tienes alma de viajero, con esa mochila al hombro cargada de buenos argumentos para cambiar las cosas. Y en el fondo eso te gusta.

Si únicamente ves castillos de naipes que se desmoronan a tu alrededor, si crees que las viejas causas por las que luchar no son simples leyendas del pasado, si tu puñal fue forjado con libertad y tolerancia y sabes que las palabras vuelan más rápido que cien mil flechas; guarda silencio y abre la mente.

Rodeados de gente que no escucha y solo oye; que no ama y solo imita; que no respeta y solo engaña. Cada día el sol sale por el mismo pedazo de horizonte lejano. De ti depende que el anochecer sea distinto. Este es tu sitio y estamos encantados de poder contar contigo.